Un alimento transgénico es aquel que se obtiene a partir de un organismo modificado por ingeniería genética. Se obtiene de la combinación de un alimento natural al que se le han incorporado artificialmente genes de otras especies con el objetivo de producir una característica deseada, ya sea para favorecer la resistencia y duración, aumentar su sabor y cualidades nutritivas y/o producirlos fuera de temporada.

En la década de los 90, las compañías agrícolas que comenzaban a utilizar esta nueva tecnología, prometían que las semillas genéticamente modificadas ayudarían a reducir el uso de agrotóxicos (pesticidas, herbicidas, fungicidas). Sin embargo, y según estudios, se sabe que la mayoría de los cultivos genéticamente modificados (canola, soya, maíz, algodón) que contienen genes resistentes a pestes o tolerancia a herbicidas no han demostrado ser eficaces en el control de malezas y algunas plagas secundarias. Por ello, los agricultores han aumentado  el uso de plaguicidas, con pésimos resultados porque también ha influido en la creciente resistencia a las plagas.

Todo este uso de agrotóxicos se traduce en alimentos sumamente contaminados servidos en tu mesa día a día. Algunos estudios médicos han advertido sobre los daños que produce la ingesta de estos elementos tóxicos los que demuestran cambios y reacciones severas en el sistema inmunológico, como infertilidad, resistencia a la insulina, hipersensibilidad a los alérgenos y síntomas similares, como el acné, lupus y cambios de color en la piel.

La legislación de los transgénicos comienza el año 2011  bajo el nombre de “Derechos de Obtenedores Vegetales”, el proyecto de ley que autoriza el ingreso masivo de las semillas transgénicas. Lo que implica la contaminación genética de especies vegetales que pondrán en peligro la semilla nativa, colocando en riesgo la agricultura orgánica y la competitividad de las exportaciones de este sector; aumentara dramáticamente la dependencia de los agricultores a las transnacionales agroquímicas y elevará el precio de los alimentos.

Lamentablemente Chile no cuenta con una ley de bioseguridad y tampoco existen estudios formales y actualizados de los efectos en los consumidores y su impacto ambiental.

Además, se desconoce la cantidad de productos y alimentos transgénicos importados al País. El cruce de contaminación se masifica, toda vez que los animales como cerdos y pollos, son alimentados con el descarte del maíz transgénico y algunas regiones del Sur se encuentran saturadas de estos cultivos.

En el Mercado ha nacido toda una gama de productos provenientes de la agricultura y ganadería con sello orgánico, es decir, todo producto que NO hace uso de aditivos artificiales para elaborar sus productos, como pueden ser pesticidas o fertilizantes artificiales, antibióticos, aguas tratadas, etc.

Pero como todo, hay que tener cuidado con la publicidad engañosa en el etiquetado de los productos de algunas empresas, por eso debemos fijarnos en lo siguiente:

  • 100% orgánico: todos los ingredientes individuales son orgánicos.
  • Orgánico: al menos el 95% de los ingredientes son orgánicos.
  • Elaborado con ingredientes orgánicos: al menos el 70% de los ingredientes son orgánicos.

Como consumidores debemos exigir que nuestros alimentos tengan la información necesaria para que tengamos la posibilidad de elegir nuestros alimentos de forma consciente e informada y no de manera impuesta por el Mercado.

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